Nuevamente, la pregunta válida que podemos hacer es: Si Dios ha determinado de antemano lo que sucederá y los medios por los cuales lo llevará a cabo, qué importa si yo oro o no.
Concerniente a la oración de Pablo en la carta a los Efesios, Sugel señala lo siguiente:
Pablo no razonaba diciendo: “Ya que Dios los escogió soberanamente para derramar un sinnúmero de bendiciones sobre vosotros, ¿qué caso tiene, entonces que yo ore? Él los bendecirá con o sin mis oraciones, porque así fue decretado desde antes de la fundación del mundo”.
Él dice más bien: “Dios los escogió para bendecirles, y amparado en esa realidad, yo oro por vosotros”. La doctrina bíblica de la soberanía de Dios nunca debe ser un incentivo para dejar de orar, sino más bien para hacerlo. Después de todo, ¿qué caso tiene orarle a un Dios que no gobierna todas las cosas? ¿Cómo podría ese Dios responder a nuestro clamor si existen muchas circunstancias que están fuera de Su control o las que Él ha decidido no controlar?
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