25 julio, 2016

Una enfermedad fatal



La resolución de hacer todo para el Señor lo elevará por encima del deseo del reconocimiento, la cual es la enfermedad de muchos.

Es una falta triste en muchos cristianos que ellos nada puedan hacer al menos que sea dicho a todo el mundo. La gallina en la granja ha puesto un huevo y se siente tan orgullosa de su logro que ella debe cacarear al respecto: todos deben saber de ese pobre y solitario huevo, hasta que todo el país resuene con las nuevas.

Es así con muchos profesores: su trabajo debe ser publicado, o no lo pueden hacer más. “He aquí”, dijo uno, “he estado enseñando en la escuela por años y nadie siquiera me ha dados las gracias; creo que algunos de nosotros somos los menos reconocidos y qué vergüenza es”.

Pero si usted hace su servicio para el Señor no debería hablar así, o deberíamos sospechar que usted tiene otras metas. El siervo de Jesús dirá:

“Yo no quiero el reconocimiento humano. Lo hice para mi Amo; Él lo reconoce y estoy contento. Yo intenté agradarle a Él y le agradé, por tanto, no pido más, pues he obtenido mi fin. No busco la alabanza de los hombres, pues temo que el menor aliento de alabanza humana manche la plata pura de mi servicio”.

Si usted busca la alabanza de los hombres, con toda probabilidad usted fallará en el presente y con certeza, tarde o temprano, la perderá en el futuro.


Traducido de A Deadly Disease, extracto compartido en los Pyromaniacs.

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