He iniciado un estudio del fruto del Espíritu Santo. Es uno de esos casos donde se pone en evidencia la tensión entre la soberanía de Dios y la responsabilidad humana, puesto que es claro que cada una de las virtudes es propia del Espíritu, pero hay mandamientos claros para ser diligentes en el crecimiento de las mismas.
La lista más conocida se limita a nueve virtudes: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre y templanza. (Gálatas 5.22-23)
Y del otro lado, por ejemplo, hallamos un mandamiento para casi todos en un texto como 1 Tesalonicenses 5.12-24:
Os rogamos, hermanos, que reconozcáis a los que trabajan entre vosotros, y os presiden en el Señor, y os amonestan;
y que los tengáis en mucha estima y amor por causa de su obra. Tened paz entre vosotros.
También os rogamos, hermanos, que amonestéis a los ociosos, que alentéis a los de poco ánimo, que sostengáis a los débiles, que seáis pacientes para con todos.
Mirad que ninguno pague a otro mal por mal; antes seguid siempre lo bueno unos para con otros, y para con todos. (benignidad y bondad)
Estad siempre gozosos.
Orad sin cesar. Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús. No apaguéis al Espíritu. No menospreciéis las profecías.
Examinadlo todo; retened lo bueno.
Absteneos de toda especie de mal. (templanza)
Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo.
Fiel es el que os llama, el cual también lo hará. (La confianza si permanecemos fieles es por que Su fidelidad)
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