31 marzo, 2020

Textos fuera de contexto: Edición coronavirus, parte 2






Otro pasaje que está siendo frecuentemente citado es el Salmo 91, un salmo que en sus primeros versículos destaca el cuidado providencial de Dios. No es sorpresa que sea ampliamente compartido en estos días. Veamos lo que dicen los primeros siete versículos.

El que habita al abrigo del Altísimo
Morará bajo la sombra del Omnipotente.

Diré yo a Jehová: Esperanza mía, y castillo mío;
Mi Dios, en quien confiaré.

Él te librará del lazo del cazador,
De la peste destructora.


Con sus plumas te cubrirá,
Y debajo de sus alas estarás seguro;
Escudo y adarga es su verdad.
No temerás el terror nocturno,
Ni saeta que vuele de día,

Ni pestilencia que ande en oscuridad,
Ni mortandad que en medio del día destruya.


Caerán a tu lado mil,
Y diez mil a tu diestra;
Mas a ti no llegará. Salmo 91.1-7

¿Cuida Dios de los suyos? La respuesta contundente es sí. Es más, antes que nada, Dios mismo sostiene la creación y en un sentido, cuida de toda ella, pues en un sentido todos esperan de Él su alimento y las lluvias y el sol para todos, buenos y malos son parte de esa bondad, o gracia común, como también es llamada (Salmo 104.27-29; Salmo 145.15-17, Mateo 5.45). Particularmente la Palabra afirma que Dios cuida de Su pueblo, la iglesia (tenemos el Éxodo como el gran referente en el Antiguo Testamento y la promesa de Jesús de estar con los suyos todos los días hasta el fin del mundo y la promesa del Espíritu Santo como ejemplos de primera mano).

Sin embargo, debe ser claro que aunque hay pasajes como este Salmo 91.6-7, o el Salmo 37.25 (Y no he visto justo desamparado, Ni su descendencia que mendigue pan), que hay creyentes que pasan por hambre, enfermedad, persecuciones. Estas aflicciones no son solo eventos aislados, o excepciones para unos pocos cristianos. En realidad, debería ser la expectativa para cada creyente, pues el Señor invitó a cargar una cruz cada día (Lucas 9.23), aludiendo a ella no como un adorno para colgar en el cuello o tatuarlo en el antebrazo, sino al instrumento de tortura romano. A cada uno que cree en Cristo se le concede juntamente el creer como el padecer por Cristo (Filipenses 1.29), y es a través de muchas tribulaciones que entraremos al reino de Dios (Hechos 14.22). En resumen, estamos puestos para la tribulación, en el mundo tendremos aflicción. (1 Tesalonicenses 3.3-4, Juan 16.33).

Para el momento que escribo estas palabras tengo confirmada la muerte de un pastor cubano por causa del COVID-19. Hay un relato de un pastor en Italia que estuvo sirviendo en los hospitales y que propicia un tema que trataré en otra publicación (pero no he tenido el chance de confirmar esta historia)... y así vendrán muchas más historias de hermanos en la fe. Recitar el Salmo 91, invocar a "la sangre de Cristo" o cualesquiera otras prácticas que serían más superstición que expresiones de fe, no nos hará inmunes.

Con todo, el hecho que los cristianos mismos nos podamos, y de hecho, enfermemos de esto mismo, sirve para dejar todavía más en evidencia a las iglesias falsas, en especial, aquellos que claman acciones extraordinarias de unción y del Espíritu Santo.

Aunque suene increíble, pero en el error de los movimientos falsos de prosperidad y de palabra de fe ("Word of faith") que se atreven a declarar abundancia material y sanaciones milagrosas, hay quienes acusan a Pablo de ser falto de fe, cuando fue uno de los instrumentos más destacados en la proclamación del Evangelio y del establecimiento de iglesias durante el primer siglo, quien claramente sufrió escasez y padeció físicamente, fue encarcelado y finalmente muerto por la causa del Señor (Filipenses 4.10-14, 1 Tesalonicenses 2.2, 2 Timoteo 4.6).

¿Dónde están ellos ahora? ¿Por qué no realizan convocaciones masivas para curar a los afectados y no están ahora mismo en los hospitales? Porque son una farsa, son charlatanes, mercaderes de la fe, quienes traen afrenta al nombre del Señor. Por eso debemos cuidarnos de usar versículos como mantras o ritos que invocan cierta protección especial. No funciona así.

De hecho, este mismo salmo fue usado por Satanás para tentar a Jesús, precisamente al invitarlo a saltar del templo (Mateo 4.5-7), porque de todos modos Dios había dicho que:
...a sus ángeles mandará acerca de ti,
Que te guarden en todos tus caminos.

En las manos te llevarán,
Para que tu pie no tropiece en piedra. Salmo 91.11-12

Jesús mismo contestó usando la Palabra: No tentarás al Señor tu Dios (Mateo 4.7). Como el Hijo de Dios, hizo lo que Adán ni Israel pudieron hacer: obedecer a Dios, uno falló en el jardín, y los otros si bien en el desierto, nunca nada les faltó.

Por tanto, es como mínimo un atrevimiento, y es usualmente tentar a Dios el pretender que unas pocas frases y algo de dinero pueda ser usado para manipular sus actos a favor nuestro.

Hay dos testimonios que invito a tomar el tiempo para escuchar: el de Joni Eareckson Tada y el de Justin Peters, quienes vieron de primera mano cómo sus dolencias no fueron curadas, pero en cambio, el Señor les llevó a un verdadero encuentro salvador.

Estoy convencido que cada cristiano puede decir de situaciones puntuales en las cuales ciertos eventos, por tiempo o circunstancias, hubieran resultado en su muerte, pero Dios cuidó de uno y no fue así, y no será hasta que realmente llegue ese día ya determinado, para el cual, la súplica sea afrontarla con la confianza de haber corrido bien la carrera. Si mi refugio es el Señor, sé que estoy, por así decirlo, cubierto por sus alas, de modo que cuando el temor se asoma, debo recordar Su Palabra para ser guardado del afán y del miedo, y en el día que tema, confiar en Él (Salmo 56.3).

Pero aparte de esta esperanza de vivir sabiendo que mi vida está en sus manos ahora, y luego de la muerte, ¿qué otra confianza se puede tener en medio de la pandemia? ¿Que aparezca una muy necesaria cura? Pero... ¿luego qué? Podrá evitar contiagarse ahora, o será que se infecte y sobreviva, o que sea vacunado y no lo padezca... todo esto le "dará" unos años más, ¿y después?



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